Los malnacidos, los malditos, los rabiosos, los putos Subversión X se encuentran actualmente en plena gira para dejar claro que, 25 años después, queda mucho por joder. Después de todo este tiempo y pese a todas las adversidades, el grupo continúa con la misma energía que tenía en sus comienzos y, por nuestra parte, creemos que se merecen un pequeño homenaje.
Subversión X: Rock rabioso
¿Y por qué? Porque más que un grupo de punk, más que música, representan una filosofía de vida. La de la fascinación por la muerte, presente en muchas de sus canciones. La filosofía de la rabia y el desprecio hacia todo lo establecido. La de las constantes alusiones a las drogas. Su apología del “anti todo” y su nihilismo crónico hacen que todas sus letras tengan reminiscencias a otra época, sabores que nos recuerdan a uno de los grupos que más les han influenciado: Los míticos Eskorbuto.
Además, Los Subversión dejan bien clara su admiración y respeto por Eskorbuto en varias canciones como “No volverás” o “El cementerio”.
Los chicos de Santurzi desprenden pesimismo y una desilusión convertida en rabia y asco que invita a salir a las calles a sembrar el caos y dejarse invadir por esas ganas de violencia gratuita. Su espíritu callejero y marrullero, su sonido agresivo y ochentero y sus letras depresivas y desmotivacionales nos transportan a la Euskadi de los años 80. El grupo no entiende de marcas, crestas bien cuidadas o botas limpias, nos recuerda más a aquello de “Pelos largos, mentes enfermas” que decía Eskorbuto. Nos recuerda a la crudeza de la vida y a él más sincero y desalentador “no future”.
Si aún podemos decir que quedan grupos de punk que mantengan su esencia después de tanto tiempo, uno de los pocos sería Subversión X.
Esperamos que la salud les acompañe durante muchos años más y podamos seguir disfrutando de sus conciertos, porque lo que está claro es que la ira, el odio y la polémica seguirán acompañándoles allí donde vayan.
Si queréis leer más información acerca del grupo o la gira, aquí os dejamos su Página Oficial.
Texto: Íñigo Diego